Las divinidades lunares, y el tejido
«Cuando empezó el mundo dicen que la
Luna subió a un árbol. Allí estaba
Tejiendo, allí estaba hilando, allí en
el árbol. A lo mejor así fue.»
(Lexa Jiménez López, San Juan Chamula,
Chiapas. En: Artes de México, 1993)
Álvaro Brizuela Absalón
Instituto de Antropología
Universidad Veracruzana
I.- Tejer historias, es lo que voy a tratar de hacer para acercarme al conocimiento a lo que, mitos, ritos y códices de los pueblos originarios, relataron acerca del origen de la actividad de tejer y las divinidades selénicas vinculadas al tejido.
También quiero decir, que fueron cuatro mujeres ancianas de Texistepec, Veracruz, Martina Serapio, Francisca Paúl, Florencia Mateu y Marciana, las que me acercaron a conocer algunos aspectos del proceso de elaborar tejidos con ese maravilloso instrumento que es el telar de cintura, por ellas, es que emprendí una búsqueda en los libros, y es a ellas, a estas, mis otras abuelas, que dedico estas palabras.
Cuando conocí a Florencia, era una de las dos últimas tejedoras de Texistepec, Florencia, tenía más de 70 años, no le pregunté a qué edad aprendió, tuvo que ser entre los 8 o 10 años, con algún tejido sencillo, tal vez una faja, hasta llegar a los más elaborados como son servilletas, enredos y fajas con motivos ornamentales sobre franjas de colores. A tantos años, cuánta experiencia, cuántas piezas habrá tejido. Cuanta memoria para tender los hilos y sus colores alrededor de los bungu, que son las estacas clavadas en el suelo, donde las vueltas del hilo alrededor del bungu son las que determinan las líneas y las franjas de la urdimbre, y más todavía, para componer los motivos que la decoran.
Como anécdota he de referir, que cuando le pedí a Florencia que me enseñara a tejer, ella se opuso, me dijo: ese trabajo sólo lo hacen las mujeres, y si te sientas a tejer, la gente va venir a burlarse de ti. Florencia era una mujer activa, encorvada, por una afección que le dejó el haber trabajado desde niña en el campo; ella enviudó a los tres días de casada, a sus 70 años era de esa abuelas sabias y cariñosas, mujer activa, bromista y alegre, comportamiento que a veces se tornaba en coquetería. Una mañana de tantas, mientras yo tejía, escuché a alguien que reía, hablaba y hacía bulla detrás de mi, y al lado de un promontorio de tejas acomodadas en el suelo, ella salió riendo, entonces le pregunté qué pasaba, me dijo, como no vino nadie a burlarse de ti, yo vine a burlarme de ti.
Para escribir estas notas, consulté a Mircea Eliade, etnólogo estudioso de las religiones, sus obras, son como mi libro de cabecera para tratar de comprender significados acerca de rituales donde el practicante, a veces, ya no puede darle el significado. Bernardino Sahagún y su magna obra que realizó con un grupo de jóvenes y especialistas, quienes dejaron un testimonio de las tradiciones culturales del pueblo mexica. Eduardo Seler, Cecilio Robelo, Guadalupe Mastache, Roberto Weitlaner, entre otros autores, con sus estudios contribuyeron al conocimiento de las tradiciones de los antiguos mexicanos. Todos ellos forman la trama de ese tejido historiográfico que ahora reúno aquí para relatárselos.
Los datos que ahora presento, son parte de un proyecto interrumpido -por ahora- sobre los textiles popolucas de Texistepec, Veracruz.
II.- In Illo tempore, cuando el hombre reflexionó buscando una explicación sobre el origen de sí mismos, de la tierra, de los astros, de las tempestades, inventó a sus dioses, con ellos nacieron los mitos para explicar el origen del mundo y de todo lo que en la tierra había y allí sucedía, así como el orden cotidiano y ritual encomendado a los hombres por los divinidades.
Desarrolló grandes conocimientos en la medicina, la astronomía, la arquitectura, las artes; el pensamiento religioso, político y guerrero fue plasmado en obras civiles, religiosas y objetos de uso diverso, de entre ellos los tejidos.
En aquella búsqueda, de lo que observaban que ocurría en su entorno, los hombres de la tierra observaron al Sol y a la Luna, ellos veían como el Sol permanecía “semejante e igual a si mismo, sin ninguna especie de devenir” (Mircea Eliade 1972). Mientras que con la Luna vieron que no ocurría lo mismo, porque se dieron cuenta que ella “crece, decrece y desaparece”, percibieron que su temporalidad en el espacio celeste es un cíclico y constante movimiento, “sometida a la ley universal del devenir, del nacimiento y de la muerte” (Eliade, 1972).
El asombroso viaje lunar fue motivo de concepciones mágicas con las que el hombre, “desde la época glaciar” interpretó su acontecer, desde entonces conocieron “las virtudes mágicas de las fases” del astro plateado. Desde aquellos tiempos tempranos del hombre, “el tiempo concreto fue seguramente medido en todas partes por medio de las fases de la luna” (Eliade, 1970).
La raíz « me » de origen indoario, es la más antigua para referirse a los astros, y es la que designa a la Luna, esta raíz; en sánscrito originó la palabra « mâmi », que significa « mido », « la terminología relativa a la luna en lenguas europeas deriva de esta raíz: « mâs » (sánscrito), « mâh » (avéstico), « mah » (antiguo prusiano), « mênu » (lituano), « mêna » (gótico), « méne » (griego), « mensis » (latín) (Eliade, 1972). En las lenguas originarias del territorio mesoamericano, hay un vocablo en que lleva la raíz « me », es Meetztli, como se nombra en náhuatl a la Luna, también hay un determinado número de vocablos compuestos en esta lengua que cuantifican las fases lunares.
Esta forma de medir el tiempo, siguiendo las fases lunares, que viene desde la antigüedad, continúa hasta nuestros días, “se refiere siempre a una realidad biocósmica, la lluvia, las mareas, la siembra o el ciclo menstrual” (Eliade, 1972).
De ese devenir que es la norma lunar, que se refiere a momentos “dramáticos -nacimiento, plenitud y desaparición del astro-”, valorizado también como “fraccionamiento”, “enumeración”, “o percibido por intuición como el cañamazo de que están urdidos los hilos del destino, es cosa que depende sin duda de las capacidades míticas y razonantes de los diversos pueblos, así como el de su nivel cultural, pero la heterogeneidad de las fórmulas que expresan ese devenir es solo aparente” (Eliade, 1972).
En este espacio mítico “La luna “reparte”, “hila”, “mide”, o bien alimenta, fecunda, bendice; o recibe las almas de los muertos, inicia y purifica puesto que está viva, y por consiguiente en eterno devenir rítmico” (Eliade, 1972).
Por esos atributos derivados del ciclo que recorre en su crecimiento decrecimiento y desaparición, la luna enlaza dos o más cosas, enlaza «numerosas realidades y numerosos destinos», ese conjunto de “armonías”, “simetrías” “participaciones... coordinadas por los ritmos lunares constituyen un ¨tejido¨ sin fin, una ¨red¨ de hilos ¨invisibles¨, que a la vez ¨enlaza¨ hombres, lluvias, vegetación, fecundidad, salud, animales, muerte, regeneración, vida post mortem” (Eliade, 1972).
-Por ello, en “numerosas tradiciones la luna, personificada por una divinidad o presente por intermedio de un animal lunar, ¨teje¨ el velo cósmico de los destinos de los hombres. Son diosas selénicas las que inventaron la profesión del tejedor”, (la egipcia Neith), aunque, no hay que reducirla a “cualquier intuición mítica de red “cósmica”, ya que en la “especulación india... el aire ¨tejió¨ el universo” (Eliade, 1972). En la antigua China, la tradición oral relata que fue una divinidad femenina la que enseñó a las jóvenes a desarrollar la seda de los capullos, como embobinarla, fue bajo su enseñanza que aprendieron a cultivar la seda, hilarla y tejer su ropa. Esta divinidad fue Leizu, considerada Madre de la Seda, cuya imagen estaba en el altar de la sala de hilar de las casas rurales (Yuang Yang y Xiao Yan, 2004).
Aunque en los relatos míticos la Luna tiene otros significados, para el tema de nuestro estudio únicamente registramos las que se refieren a la relación Luna-tejer, Y es así, que se le concibe como la entidad que ha tejido todos los destinos, y por ello en los mitos y representaciones de muchos pueblos se le concibe como una inmensa araña (Eliade, 1972)
III.- En “las culturas en que las grandes diosas han acumulado las virtudes de la luna, la tierra y de la vegetación, el huso y la rueca con los que hilan los destinos de los hombres se convierten, entre muchos otros, en sus atributos” (Eliade, 1972).
En el panteón mexica de Mesoamérica, Teteoinan, la madre de todas las diosas, también identificada con Tlazolteotl, encima de la cabellera llevaba unas “guedejas de algodón, pegadas como una corona, hincados a los lados de la misma cabellera unos bezos con sus mazorcas de algodón hilados en ellos, de las puntas de estos bezos, colgaban unos copos de algodón” (Robelo, 1951); Ciauacoatl, en su mano llevaba un “tzotzopaztli”, palo del telar; Tlazolteotl, por tocado llevaba dos husos y copones de algodón. Xochiquetzalli, era la diosa de las labranderas y tejedoras, según se decía, “fue la primera mujer... que había hilado y tejido” (Irmgard Weitlaner Johnson, 1985).
Los mayas, consideraban a la diosa Ixchel, la Luna, como “la patrona del hilado... la de las trece madejas de colores. Su hija Ixchebelyax era la patrona del bordado” (Weitlaner, 1985).
Según un mito mesoamericano, después de seiscientos años de inactividad, los dioses se reunieron y conferenciaron acerca de la creación, también acordaron acerca de qué iban a imponer a lo creado, cuando estuvieron de acuerdo, comisionaron a Quetzalcoatl y a Huitzilopochtli para realizar el acto creador.
Así fue que las dos divinidades, primero crearon el fuego, “del cual sacaron un medio sol, que alumbraba poco, por no ser entero”. También crearon al primer hombre que fue Cipactonal, y a la primera mujer, que fue Oxomoco. A ambos les ordenaron labrar la tierra, a Oxomoco que hilara y que tejiera, también les dieron “ciertos granos de maíz para las adivinaciones y para curar las enfermedades de su descendencia” (Robelo 1951).
Si se atiende a este mito de la tradición mexica, lo entendemos en el sentido de explicar un origen de la actividad del tejido a través de una presencia femenina; por otros relatos, conocemos acerca de las divinidades y sus atributos veneradas como patronas de las tejedoras. Antes mencionamos a Tlazolteotl, Ciahuateteotl y Xochiquetzal, que no sólo son divinidades que protegen a las hilanderas, sino, también son las que predicen el destino de los que nacen durante el tiempo que se veneran.
Cómo se representaban estas divinidades, qué de sus atavíos las identificaba como hilanderas y patronas de las tejedoras.
Mencionaremos algunos atributos de las divinidades Tlazolteotl, Cihuateteotl y Xochiquetzal.
Tlazolteotl, (de la raíz: Tla = cosa, zolli = usado, gastado; tlazolli = suciedad, basura, inmundita; teotl = dios/a. Diosa confesora de los pecados. También se le concibe como diosa de la carnalidad y del amor. Se dice que tenía tres nombres el uno, Tlazolteotl, los otros, Ixcuina y Tlaelquani, por el momento no interesa explicarlas, si hay que mencionar que a ella, hombres y mujeres confesaban sus actos que eran considerados transgresiones. Esta diosa se representaba de rostro y cuerpo amarillo y blanco, pintada de hule de color negro alrededor de la boca. También se le personificaba con una nariguera blanca o amarilla en forma de media luna, que se relaciona al yacameztli, que es nariguera en forma de luna creciente.
Los adornos que rodean la cabeza son, una venda de algodón sin hilar, ixcaxochitl, en esta venda llevaba dos husos clavados. Una de las interpretaciones acerca de los adornos, son los «ganchitos dibujados en el algodón» nombrados: tlazolli, palabra que interpretan como basura, suciedad, inmundicia, pecado, según Alfredo Chavero, dice que esa suposición no es desacertada, si tlazolli significa «lo deshilachado», característica que podría relacionarse con el acabado de la tela y el signo que lleva. (Chavero, en Robelo, 1951). En una de las representaciones del Códice Nutall, lleva una especie de gorro cónico, adorno típico de la tradición Huasteca.
Las Cihuateteotl o cihuapipiltin, (de cihuat = mujer, teotl = dios/a), mujeres diosas)., eran las mujeres que moría en el parto. Estaban representadas con atavíos suntuosos, pintura facial negra alrededor de la boca, conocida como tlaolcopintli (hecha de hule líquido), la nariguera en forma de media luna o yacamextli, una venda de algodón sin hilar (ixcaxochitl), y un penacho de plumas oscuras (ihuitemmali). Este conjunto de diosas que en el Códice Borgia se representan en hileras en las láminas 47 a 48, «se identifican como imágenes de la anciana diosa de la tierra, o propiamente de la diosa lunar» (Eduard Seler, Tomo II, 1953).
Otro dato de interés, es la que hace referencia a las herramientas para tejer, el mito relata que cuando descendían a la tierra, buscaban los husos para hilar, y lanzaderas para tejer, y petaquillas y todas las otras alhajas que son para tejer y labrar. En este caso, Eduardo Seler, estudioso del Códice Borgia, explica que las mujeres muertas en el parto, se les concibe como encarnaciones de la Luna (Seler, 1951).
La diosa Xochiquetzal, era la patrona de los plateros, pintores y tejedoras, para los mexica era la representación de la belleza. Lo que interesa mencionar es el ritual en el día de su fiesta, que celebraban con la fiesta de Teotleco, tiempo en que se reunían pintores, plateros, labranderas y tejedoras. Ese día, llevaban a una india al templo, la vestían con el traje de la diosa Xochiquetzal para ser sacrificada. La desollaban, y uno de los acompañantes se ponía la piel y el vestido de la diosa, así lo llevaban por las gradas del templo, y le ponían un telar en sus manos. Mientras él fingía tejer, los acompañantes de los oficios citados, disfrazados, danzaban, y cada uno llevaba el instrumento de su oficio.
IV.- En este breve resumen reunimos información acerca de las divinidades lunares y sus atributos, y un elemento lingüístico, la raíz « me », datos en los que convergen ideas de tradiciones culturales y de lugares diversos, que para el análisis que ahora presentamos, no significa que las tradiciones indoeuropeas estén vinculadas directamente con las mesoamericanas, sino, que estos datos se han manejado como referente histórico e introductorio del proyecto de textiles popolucas de Texistepec, Veracruz,
Búsqueda que dirigimos a la información de lugares y fechas tempranas donde se mencionan los primeros trabajos de tejidos, de entre las que podemos mencionar, a Çatal Hüyük, Anatolia, de 6,500 años antes de la era. Mohenjo-daro, India, en el 2,500 con producción de telas de algodón. Para el 2,700, se encontraron restos de tejidos en China. En el continente americano, hacia el 2,500 antes de la era, los incas, cultivaban algodón con el que hacían redes, y producían telas sin telar. En esta fecha, hay evidencias de útiles de piedra pulida y trabajos de tejido en telar, en la amazonia.
De Mesoamérica, hay testimonios del tejido, y aunque no precisamente de telas de algodón, se trata de elaboración de cestas, redes y petates, estos se consideran como antecedente del tejido de telas de algodón. Fue en excavaciones de cuevas en el Valle de Tehuacán, que se encontraron cestas, redes y petates, para las fechas entre el 6,500 y 4,800 antes de la era; y entre el 900 y el 200 antes de la era, se encuentran los primeros restos de tejidos de algodón. (Guadalupe Mastache, 1971). Un indicio con fecha anterior, es de 1500 a 900 antes de la era, no se precisa el lugar, se trata de la impresión de un fragmento de tejido sobre cerámica.
Evidencias te tejido, en la Sierra de Tamaulipas, se datan entre el 700 y el 200 antes de la era. Esta autora opina que es difícil obtener materiales para fechamientos tempranos, y proponer una secuencia temporal, porque los fragmentos que se encuentran, corresponden a horizontes tardíos. (Mastache, 1971).
En torno a las divinidades mencionadas, se han encontrado elementos significativos que forman parte de sus atributos, o del ritual, dos de ellos, son, la nariguera identificada como Luna en Cuarto creciente, y el gorro cónico que lleva la diosa Tlazolteotl. Otro rasgo es el uso de la pintura facial de hule y chapopote, que portaban las divinidades alrededor de la boca, y que se ha encontrado en figurillas procedentes de la Costa del Golfo, rasgos, que a la arqueología y las fuentes documentales les permitieron postular que el origen de la diosa, es la región Huasteca.
Un referente, que permite considerar la propuesta anterior, es la importancia que tuvo el cultivo del algodón en la Costa del Golfo, información que se interpreta del registro en la Matrícula de Tributos del siglo XVI, donde se anotaron altas cantidades tasadas para el algodón, lo que sugiere la magnitud de sus cosechas, y con ello, el desarrollo de la producción textil. En 1518, se registraron 85,400 piezas provenientes de esta región. La obra Historia General de las Cosas de la Nueva España de Bernardino Sahagún, menciona 140 piezas tejidas de diferentes fibras.
Es de interés resaltar la importancia de los datos presentados, en particular por los atributos que comparten las divinidades indoeuropeas con las mesoamericanas en su advocación de divinidades lunares. Por otro lado, la raíz « me » en las lenguas indoarias para nombrar a la Luna, que se encuentra en el nombre náhuatl Meetztli, para la Luna; y en el castellano medir, del latín: metïri.
Estos referentes nos llevan a la interrogante, de si los atributos de las divinidades mesoamericanas del tejido, y la raíz náhuatl « me » corresponden a una reminiscencia ancestral, que se podría explicar para el telar en cuanto un origen común, si se considera lo complejo del instrumento, o si se trata de desarrollos paralelos.
Antes mencioné que los datos de esta ponencia son parte de un proyecto, y ahora que he retomado estos materiales para presentarlos en este Coloquio, llamó mi atención un aspecto relacionado con la Lingüística, la raíz « me», y su asociación con la Luna, y esta con las divinidades relacionadas con el telar.
El telar es producto de sociedades agrícolas sedentarias, tanto en el Viejo Mundo como en el Nuevo Mundo, acontecimiento separado por centenares de años. Remitiéndonos al poblamiento de América, se acepta que por lo menos hace 35,000 años el hombre entró por el estrecho de Behring, y con él, su cultura y el habla, en este caso, nos referimos a la raíz indoaria que el etnólogo Mircea Eliade dice que en otras lenguas esta asociada a la Luna, y a las divinidades lunares vinculadas con el tejido.
Cuando se habla de los antecedentes del tejido de telas de algodón y lino, hechas en el telar, nos referimos a cestas, esteras y redes, tecnología que inicia con los pueblos recolectores y cazadores, pueblos transhumantes, pueblos en constante movimiento, donde el satélite plateado está siempre presente en su vida cotidiana, la Luna, astro observado para realizar actividades diversas.
Ello nos ayudaría a explicar que la raíz « me » tenga correspondencia con una tecnología y divinidades mesoamericanas persistentes hasta el postclásico: telar, tejido y Luna, lo que nos induce a considerar que su concepción estuvo presente en la historia de los pueblos pre-mesoamericanos.
Cuando observamos una prenda de tradición mesoamericana, enfocamos a la complejidad de su acabado, su belleza, e intentamos comprender el significado de los motivos decorativos, nos maravillamos ante el texto, pero pocas veces indagamos sobre el origen de actividades artesanales ancestrales.
Esta breve reflexión es el resultado de un acercamiento a la información de la lingüística, la arqueología, la etnografía y las religiones, que nos lleva a corroborar una vez más la utilidad de los conocimientos de estas ramas de la antropología, en los intentos de explicar o abrir líneas de investigación sobre ciertos fenómenos socioculturales.
Bibliografía:
Eliade, Mircea
1972. Tratado de historia de las religiones.
Prefacio de Georges Dumezil.
Ediciones Era, S. A.
México.
Mastache de Escobar, Alba Guadalupe
1971. Técnicas prehispánicas del tejido.
Serie Investigaciones Nº XX.
INAH, México.
Robelo, Cecilio
1951. Diccionario de Mitología Náhuatl
Ediciones Fuente Cultural
México, D. F.
Sahagún, Bernardino
1946. Historia General de las Cosas de la
Nueva España. Tres tomos.
Editorial Nueva España, S. A.
México, D. F.
Seler, Eduard
1963. Comentarios al Códice Borgia.
Tomo II,
Fondo de Cultura Económica,
México, Buenos Aires.
Weitlaner Johnson, Irmgard
1985. Hilado y tejido
En: Esplendor del México Antiguo. Tomo I.
Editorial del Valle de México.
México, D. F.
Yuang Yang y Xiao Yan (compiladores)
2004. Leizu enseña a la gente a hilar la seda.
En: Cuentos fantásticos de China
Selector, actualidad editorial
México, D. F.
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Querido Maestro,Aunque la distancia nos aleja, los lazos de afecto y admiración por ti nos mantienen unidos. Felicidades en tu cumpleaños, que la pases de lo mejor rodeado de tus amigos y seres queridos.
Gustavo.
HOLA ALVARO, GRACIAS POR RESPONDERME, SOLO TE PEDIRIA UN CORREO ELECTRONICO AL CUAL ENVIARTE LOS DETALLES, QUE LES VAYA MUY BIEN EN EL CONGRESO, SALUDOS A LOS DOS.
Pues tengo dos hijos. La pequeña con la que aparezco en la imagen es Valeria, quien cumplió tres años el pasado diciembre.
Muchos aludos a la familia.
Hola Álvaro:
Gracias por atender a mi mensaje. Mi correo electronico es hitomi_taio@hotmail.com y agradezco que hayas hecho extensiva mi solicitud a tu esposa. Seguimos en contacto ya sea por este medio o por mi correo. Reciban un cordial saludo.
Nelsy Requena
jajajaja y tanto que deseo verte arrullado por las olas del mar jajaja, bueno jugos esta bien??? gracias mios deseos son para ustedes de coraxón... estamos en contacto y saludos a todos los Brizuela Casimir.
ATENTO A LA VISITA, AVISAME MINIMO 72 HRS. ME DARA MUCHO GUSTO VERLES. Y MAS.
alvaro: un fuerte abrazo ati y a gladys: desde jarochigrillolandia portuaria. atte.
israel guillermo macias lagunes
me hice guia federal de sectur.
estoy en ulua.
feliz 2011. adelante sigue siendo como eres......
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